Primer Capítulo - Succubus Revealed de Richelle Mead

hola mis blogeros.. les traigo el primer capi del sexto libro de la saga de Georgina Kincaid, disfrutenlo luego vendran mas capi cuando saga el libro que es el 30 de agosto .. lo se, parece eternooooooo pero ya falta poco (???) Monkey Winks

Succubus Revealed
Capitulo 1

Esta no era la primera vez que llevaba un vestido de lentejuelas. Era, sin embargo, la primera vez que lo hacía en un entorno familiar y amistoso.

“¡Maliciosa!”

Sonó la voz de Santa sobre la multitud, y me apresuré desde el lugar en donde había estado acorralando a un grupo de niños de clase alta. En realidad no era Santa Claus quien me llamaba, por supuesto. El hombre sentado en el sagrado trono decorado se llamaba Walter lo que fuera, pero había requerido que aquellos que trabajaran como sus “elfos” se refiriesen a él como Santa todo el tiempo. Y por el contrario, él nos había bautizado con el nombre de renos o los siete enanitos. Se tomaba este trabajo muy en serio y decía que los nombres lo ayudaban a mantenerse en el personaje. Si lo cuestionábamos, comenzaba a contar cuentos de su extensiva carrera como un actor Shakesperiano, la cual había terminado por su edad. Nosotros los elfos teníamos nuestras propias ideas acerca de qué había terminado con su carrera.

“Santa necesita otra bebida,” me dijo en un susurro, una vez que lo alcancé. “Gruñona no me quiere dar una.” inclinó su cabeza hacia otra mujer vestida en un vestido de lentejuelas verdes. Sostenía a un niño haciendo berrinches mientras Santa y yo conversábamos. Vi su expresión de dolor y luego miré mi reloj.

“Bueno, Santa,” dije, “eso es porque solo pasó una hora desde la última. Sabes cual es el trato: un shot en tu café cada tres horas.”

“¡Hicimos ese trato una semana atrás!” se quejó. “Antes de que la multitud incremente. No tienes idea de lo que Santa soporta.” No sabía si era parte de su método actoral ó una particularidad suya, pero también se refería a él mismo en tercera persona. “Una niña pidió buenas notas en su Examen de Admisión para poder entrar a Yale. Creo que tenía nueve años.” Le cedí un momento de simpatía. El centro comercial donde estábamos era uno en los suburbios más ricos de Seattle, y y los pedidos que recibía a veces iban más allá de pelotas de fútbol y ponis. Los niños también tendían a estar mejor vestidos que yo (cuando no estaba vestida de elfo), lo cual no era fácil.

“Lo siento,” dije. Tradición o no, a veces pensaba que poner niños en el regazo de un viejo era lo suficiente aterrador. No necesitábamos agregar alcohol en ello. “El trato se mantiene.”

“¡Santa no puede soportar más de esto!”

“A Santa le quedan cuatro horas más de trabajo,” señalé.

“Desearía que Cometa aún estuviera aquí,” dijo con petulancia. “Ella era mucho más permisiva con las bebidas.”

“Sí. Y estoy segura que está bebiendo sola en este momento, puesto que está desempleada.” Cometa, una elfa, había sido generosa con los shots de Santa y también había tomado unos pocos para ella. Puesto que tenía la mitad del peso que él, no había podido soportar el licor y había perdido su trabajo cuando los oficiales del centro comercial la atraparon desvistiéndose en Sharper Image*. Le di un asentimiento a Gruñona. “Adelante.”

El pequeño niño se apresuró hacia adelante y se subió al regazo de Santa. A su crédito, Santa volvió a su personaje y dejó de molestarme (o al niño) sobre una bebida. “¡Jo jo jo! ¿Qué te gustaría para esta fiesta de invierno?” Incluso le agregó un acento británico, lo cual no era necesario para el personaje pero ciertamente lo hacía parecer más autoritativo.

El niño miró a Santa solemnemente. “Quiero que mi papá vuelva a casa.”

“¿Ese es tu padre?” preguntó Santa, mirando a una pareja parada cerca de Gruñona. La mujer era linda y rubia, con el look de alguien en sus 30 quien había empezado a utilizar Botox. Si el chico con el cual estaba pegada era lo mayor suficiente para estar fuera de la Universidad, habría estado muy sorprendida.

“No,” dijo el niño. “Esa es mi mamá y su amigo Roger.”

Santa estuvo callado por unos momentos. “¿Hay algo más que quieras?”

Los dejé que continuaran y volví a mi puesto cerca de la línea de comienzo. La noche se estaba acercando, incrementando el número de familias. Al contrario de Santa, mi turno terminaba en menos de una hora. Podría hacer compras y saltearme lo peor del tráfico.

Como empleada oficial del centro comercial, tenía un considerable descuento, lo que hacía a los Santas ebrios y vestidos de lentejuelas más fáciles de digerir. Una de las cosas más geniales acerca del momento más feliz del año era que todas las tiendas tenían sets de regalo de extensos cosméticos y fragancias, regalos que desesperadamente necesitaban un hogar en mi baño.

“¿Georgina?”

Mis sueños de ciruelas azucaradas y Christian Dior fueron interrumpidos por el sonido de una voz familiar. Me di la vuelta y sentí mi corazón dar un vuelco al encontrarme con los ojos de una bonita mujer de edad media con cabello corto.

“Janice, hey. ¿Cómo va?”

Mi antigua compañera de trabajo devolvió mi sonrisa forzada con una dudosa. “Bien. No… No esperaba verte por aquí.”

Yo tampoco había esperado que me vieran aquí. Era una de las razones por las cuales había elegido trabajar fuera de la ciudad, para específicamente evitar a cualquiera de mi antiguo trabajo.

“Lo mismo digo. ¿No vives en Northgate?” Traté de no sonar como si fuera una acusación.

Ella asintió y restó su mano en el hombro de una pequeña chica de cabello negro. “Sí, pero mi hermana vive por aquí, y pensamos en visitarla después de que Alicia hable con Santa.”

“Ya veo,” dije, sintiéndome mortificada. Maravilloso. Janice volvería a Libros y Cafetería Emerald City y le diría a todos que me había visto vestida como una elfa. No porque eso fuera a hacer las cosas peores, suponía. Ya todos allí pensaban que era la Prostituta de Babilonia. Era por eso que había renunciado unas semanas atrás. ¿Qué era un vestido de elfo encima de eso?

“¿Es mejor este Santa?”preguntó Alicia impacientemente. “El que vi el año pasado no me trajo lo que quería.”

Sobre el bullicio de la multitud, apenas podía escuchar a Santa diciendo, “Bueno, Jessica, no hay mucho que Santa pueda hacer sobre las tasas de interés.” me volví hacia Alicia.

“Depende de lo que quieras.” dije.

“¿Cómo terminaste aquí?” preguntó Janice, con el ceño un poco fruncido.

De hecho sonaba preocupada, lo que suponía era mejor que ella regodeándose. Tenía el sentimiento que había un número de personas en la librería que habría amado la idea mí sufriendo -no que este trabajo fuera tan malo.

“Bueno, es solo temporal, obviamente,” expliqué. “Me da algo que hacer mientras hago entrevistas para otros, y tengo descuentos. Y realmente, es solo otra forma de servicio al cliente.” estaba tratando de no sonar defensiva o desesperada, pero con cada palabra, la intensidad de cuánto extrañaba mi antiguo trabajo me golpeaba más y más.

“Oh, bien,” dijo ella, luciendo aliviada. “Estoy segura que encontrarás algo pronto. Parece que la fila se está moviendo.”

“Espera, ¿Janice?” tomé su brazo antes de que se marchara. “¿Cómo… como está Doug?”

Había dejado atrás muchas cosas en Emerald City: una posición de poder, una atmósfera cálida, libros y café ilimitado… Pero tanto como extrañaba todas esas cosas, no lo hacía tanto como extrañaba a una sola persona: mi amigo Doug Sato. Él, más que nada, era lo que me había impulsado a irme. Había sido terrible, ver a alguien que me importaba tanto mirarme con desprecio y decepción. Tenía que alejarme de ello y sentía que había hecho lo correcto, pero aún era difícil perder a alguien que había sido parte de mi vida durante los últimos cinco años.

La sonrisa de Janice volvió. Doug tenía ese efecto en la gente. “Oh, ya sabes. Es Doug. El mismo, chiflado Doug. La banda se está haciendo fuerte. Y creo que puede llegar a tener tu empleo. Eh, tu antiguo empleo. Están haciendo entrevistas.” Su sonrisa se disolvió, como si de repente se hubiera dado cuenta que ello podría causarme incomodidad. No lo hacía. No mucho.

“Eso es genial,” dije. “Estoy feliz por él.”

Ella asintió y me dijo adiós antes de apresurarse en la fila. Detrás de ella, una familia de cuatro detuvieron su frenético tipeo en sus mismos celulares para mirarme para que los detuviera en la fila. Un momento después, volvieron a mirar a sus celulares, sin duda contándoles a todos sus amigos de Twitter sobre cada fútil detalle de su experiencia en el centro comercial.

Puse una sonrisa alegre que no reflejaba lo que sentía dentro y continué ayudando con la fila hasta que Estornudo, mi reemplazo, se presentó. Le dije que adelantara el horario para la bebida de Santa y abandoné el nexo festivo por las oficinas de traseras. Una vez dentro de uno de los baños, cambié de forma del vestido de lentejuelas por un combo de jeans y sweater de más buen gusto. Incluso hice el sweater azul para que no hubiera confusión. Estaba fuera del reloj festivo.

Por supuesto, mientras caminaba por el centro comercial, no pude evitar notar que nunca estaba fuera del reloj para mi trabajo principal: ser una súcubo en el lustroso servicio del Infierno. Siglos de corrupción y seducción de almas me habían dado un sexto sentido para ubicar a aquellos más vulnerables a mis encantos. Las festividades, mientras eran ostensivos momentos de alegría, también tendían a sacar lo peor de las personas. Podía ver la desesperación por todos lados -aquellos que frenéticamente esperaban encontrar el regalo perfecto para ganarse a quienes amaban, aquellos insatisfechos por no poder proporcionárselos a quienes amaban, aquellos que eran arrastrados para crear la “perfecta” experiencia festiva en la cual no tenían interés alguno… Sí, estaba en todas partes si sabías donde mirar: esa pena y frustración se mezclaba entre la alegría. Esos eran exactamente las clases de almas que estaban listas para ser tomadas. Podría haber escogido cualquier número de hombres si quisiera y completar mi cuota de la semana.

Mi breve intercambio con Janice me había dejado sintiéndome extraña, sin embargo, y no podía juntar la energía para hacer conversación con algún descontento empresario suburbano. En cambio, me consolé con compras para mí e incluso encontré un par de regalos para otros, probando que no era total y completamente egoísta. Para el momento que me marché, me sentía lo suficientemente confidente de que el tráfico se había calmado y me daría un viaje pacífico a la ciudad. Mientras caminaba por el medio del centro comercial, escuché el bullicioso Jo-jo-jo de Santa mientras sacudía sus brazos, mucho para el terror del pequeño niño en su regazo. Suponía que alguien había quebrantado la regla de su bebida.

En el camino a casa, noté que tenía tres mensajes en la casilla, todos de mi amigo Peter. Antes de que siquiera intentara escucharlos, el teléfono sonó.

“¿Hola?”

“¿Dónde estás?” la voz frenética de Peter inundó el ambiente de mi Passat.

“En mi auto. ¿Dónde estás tu?”

“En mi departamento. ¿Dónde más? ¡Todos están aquí!”

“¿Todos? ¿De qué estás hablando?”

“¿Te olvidaste? Maldición, Georgina. Eras mucho más puntual cuando estabas triste y soltera.”

Ignoré el golpe y escaneé mi calendario mental. Peter era uno de mis mejores amigos. También era un neurótico, obsesivo compulsivo vampiro que amaba hacer cenas y fiestas. Usualmente se encargaba de hacer algo juntos por lo menos una vez a la semana, nunca por la misma razón, así que era fácil de perder la cuenta.

“Es noche de Fondue,” dije finalmente, orgullosa de haber recordado.

“¡Si! Y el queso se está enfriando. No estoy hecho de Esterni, sabes.”

“¿Por qué no empiezan a comer?”

“Porque somos civilizados.”

“Debatible.” reflexioné si quería ir o no. Parte de mi solo quería llegar a casa y acurrucarme con Seth, pero tenía el presentimiento de que estaría trabajando. Así que no podía esperar acurrucarme por un buen rato, aunque podía apaciguar a Peter ahora mismo. “Bien. Empiecen sin mí, y estaré allí pronto. Estoy saliendo del puente.” Con nostalgia, pasé la salida que me llevaba hacia Seth y por el contrario tomé la que me llevaría a la casa de Peter.

“¿Te acordaste de traer vino?” preguntó.

“Peter, hasta hace un minuto, ni siquiera recordaba que debía estar en tu casa. ¿De verdad necesitas vino?” Había visto el gabinete de vino de Peter. En un día cualquiera, tenía docenas de rojos y blancos, ambos domésticos e internacionales.

“No quiero que se me acabe lo bueno.” dijo.

“Seriamente dudo que- espera. ¿Está Carter ahí?”

“Sí.”

“Okay. Llevaré algún vino.”

Me presenté en su departamento diez minutos después. Su compañero de cuarto y aprendiz, Cody. Abrí la puerta y me dio una cálida y colmilluda sonrisa. Luces, música, y la esencia de fondue y popurrí me inundaron. Su hogar ponía en vergüenza el trono de Santa y tenía decoraciones Navideñas rellenando cada rincón. Y no solo Navideñas.

“¿Desde cuando tienen un Menorah?” le pregunté a Cody. “Ninguno de los dos es Judío.”

“Bueno, tampoco somos Cristianos,” señaló, llevándome hacia el comedor. “Peter quería hacer un tema multicultural este año. El cuarto de huéspedes está hecho todo en decoraciones de Kwanza, si es que conoces a alguien que quiera una vulgar experiencia nocturna.”

“¡No es vulgar!” Peter se levantó de la mesa donde nuestros otros amigos inmortales se sentaban alrededor de dos tinas con queso derretido. “No puedo creer que eres tan insensible con los puntos de vista religiosos de otras personas. ¡Dios! ¿Eso es vino en caja?”

“Dijiste que querías vino,” le recordé.

“Quería buen vino. Por favor dime que no es rosado.”

“Por supuesto que es rosado. Y no me dijiste que trajera buen vino. Dijiste que estabas preocupado que Carter tomara todo tu vino bueno. Así que traje este para él. Tu vino está seguro.”

Ante la mención de su nombre, la única criatura en la habitación levantó la vista.

“Genial,” dijo, aceptando la caja. “La pequeña ayudante de santa hace la entrega.” abrió el dispenser de la caja y miró a Peter expectante. “¿Tienes un sorbete?”

Me senté en una silla vacía junto a mi jefe, Jerome, quien estaba contentamente remojando un pedazo de pan en queso fundido. Él era el archidemonio de todo Seattle y elegía caminar la Tierra luciendo como un John Cusack de 1990, lo cual hacía que olvidara con facilidad su verdadera naturaleza. Afortunadamente, su personalidad infernal siempre salía al instante que abría su boca.

“Estás aquí en menos de un minuto, Georgie, y ya le quitaste a este encuentro un 50% menos de clase.”

“Chicos están comiendo fondue un martes a la noche,” repliqué. “Estaban bien sin mi.”

Peter se había vuelto a sentar y estaba tratando de parecer calmado. “El fondue es de mucha clase. Todo está en la presentación. ¡Hey! ¿De donde sacaste eso?”

Carter tenía la caja de vino en su regazo, dispenser arriba, y ahora bebía de él con un enorme sorbete que sospechaba que había conjurado literalmente del aire.

“Al menos no lo está haciendo con una botella de Pinot Noir,” dije a Peter con buen humor. Me incliné hacia el fondue y alancé un trozo de manzana. Frente a Jerome, Hugh tipeaba ocupado en el teclado de su teléfono, recordándome a la familia en el centro comercial.

“¿Avisándole al mundo sobre esta fiesta cabizbaja?” me burlé. Hugh era un diablo, un tipo de asistente administrativo infernal, así que de hecho podría haber estado comprando o vendiendo almas por su teléfono por lo que sabía.

“Por supuesto,” dijo Hugh sin levantar la vista. “Estoy actualizando Facebook. ¿Sabes por qué Roman no responde mi solicitud de amistad?”

“Ni idea,” dije. “Apenas hablé con él.”

“Cuando le hablé más temprano, dijo que debía trabajar esta noche,” explicó Peter. “Pero que continuáramos y escribiéramos por él.”

“¿Escribir?” pregunté inquieta. “Oh señor. Dime que no es noche de Pictionary también.”

Peter suspiró cansado. “Escribir para Secret Santa*. ¿Ni siquiera lees los e-mails que mando?”

“¿Secret Santas? Pareciera como si recién lo hubiéramos hecho.” dije.

“Sí, un año atrás,” dijo Peter. “Justo como hacemos cada Navidad.”

Miré a Carter quien bebía tranquilamente su vino. “¿Perdiste mi gorra? Luces como si lo necesitaras.” El cabello hasta el mentón del ángel estaba más descontrolado que lo usual.

“Dinos lo que piensas, Georgina,” replicó. Pasó una mano por su cabello, pero solo empeoró las cosas. “Lo estoy guardando para una ocasión especial.”

“Si me dices tu nombre, te compraré dos gorras así no tienes que racionarte.”

“No quisiera que te molestaras.”

“Ninguna molestia. Tengo un descuento en el centro comercial.”

Jerome suspiró y soltó su cubierto. “¿Sigues haciendo eso, Georgie? ¿No sufro suficiente sin tener que soportar la humillación de un súcubo caminando como un elfo de Navidad?”

“Siempre dijiste que debía renunciar a la librería y encontrar algo más que hacer.” le recordé.

“Sí, pero eso era porque pensé que harías algo respetable. Como ser una stripper ó la amante del intendente.”

“Esto es solo temporal,” extendí a Carter el elegante vaso de vino frente a mi plato. Lo llenó con vino de la caja y lo devolvió. Peter gruñó y murmuró algo sobre despreciar Tiffany’s.

“Georgina ya no necesita cosas materiales,” se burló Cody. “Ahora le pagan en amor.”

Jerome lo miró con frialdad. “Nunca digas algo tan sacarino como eso otra ves.”

“Mira quien habla,” le dije a Cody, incapaz de esconder mi sonrisa. “Estoy sorprendida que pudiste despegarte de Gabrielle esta noche.” Su rostro inmediatamente se volvió soñador ante la mención de su amada.

“Somos dos,” observó Peter. Sacudió su cabeza con amargura. “ Ustedes y sus perfectas vidas amorosas.”

“Difícilmente perfecta,” dije, al mismo tiempo que Cody decía “Es perfecta.”

Todos los ojos cayeron sobre mí. Hugh incluso levantó la vista de su teléfono. “¿Problemas en el paraíso?”

“¿Por qué siempre asumen eso? Y no, claro que no,” me mofé, odiándome por haberme pisado. “Las cosas están perfectas con Seth.”

Y lo estaban. Solo con decir su nombre me inundaba de felicidad. Seth. Seth era lo que hacía que todo valiera la pena. Mi relación con él había sido lo que causó la grieta entre mis antiguos compañeros de trabajo en la librería y yo. Me veían como la razón por la cual él había terminado con la hermana de Doug. Lo que, suponía, era. Pero no importaba cuanto había amado ese trabajo, dejarlo era un pequeño precio que pagar para estar con Seth. Podía soportar ser una elfa. Podía soportar las pausas en nuestra vida sexual, para asegurarnos que mis poderes de súcubo no lo drenaran. Con él, podía aguanta cualquier cosa. Incluso un futuro de condena.

Solo había un par de pequeñísimas cosas sobre mi relación con Seth que me detenían. Una me había estado carcomiendo por un rato, una que trataba de ignorar. Pero ahora, de repente, con mis amigos inmortales mirándome, finalmente reuní el coraje de decirlo.

“Es solo… ¿Supongo que ninguno le dijo a Seth mi nombre, verdad?” Ver a Peter abrir su boca con confusión, inmediatamente aclaré, “Mi nombre verdadero.”

“¿Por qué habría de descubrir eso?” preguntó Hugh sin darle importancia, regresando a su tipeo.

“Ni siquiera se tu verdadero nombre,” dijo Cody, “¿Estás diciendo que no es Georgina?”

Ya me arrepentía de mis palabras. Era estúpido de mi parte preocuparme por ello, y sus reacciones lo probaban.

“¿No quieres que sepa tu nombre?” preguntó Hugh.

“No, está bien. Es solo, bueno. Es extraño. Un mes atrás mas o menos, cuando estaba medio dormido, me llamó por mi nombre. Letha.” Agregué, para el beneficio de Cody. Me arreglé para decir el nombre sin tartamudear. No era un nombre bienvenido. Me había despojado de él hacía siglos, cuando me había convertido en súcubo, y había estado tomando nombres inventados. Al desaparecer ese nombre, había desaparecido esa antigua vida. Quería borrarlo con tanta desesperación que había vendido mi alma a cambio de hacer que todos los que me conocían me olvidaran. Por eso era que la conversación con Seth hacía un mes me había sorprendido.

“Eres el mundo Letha…” me había dicho.

Ni siquiera recordaba habérmelo dicho, ni siquiera de donde lo había escuchado. “No lo se,” me dijo cuando le pregunté después. “Mitos griegos, supongo. El Río Lethe, donde los muertos iban a limpiar sus memorias de sus almas… para olvidar el pasado…”

“Es un nombre bonito.” dijo Cody.

Levanté los hombros sin importancia. “El punto es, que nunca se lo dije a Seth. Pero de alguna manera, él lo sabía. Aunque no lo recuerda. De donde lo escuchó.”

“Seguramente lo escuchó de ti.” dijo Hugh, siempre tan práctico.

“Nunca se lo dije. Lo habría recordado de otra forma.”

“Bueno, con todos los caminantes inmortales por aquí, estoy seguro de que salió de alguno de ellos. Seguramente lo escuchó de casualidad.” Peter frunció el ceño. “¿No tienes un premio con tu nombre en él? Quizás vio eso.”

“Realmente no dejo mi premio al ‘Mejor Súcubo’ por ahí.” señalé.

“Bueno, deberías.” dijo Hugh.

Miré a Carter con cuidado. “Estás perturbadoramente callado.”

Se detuvo de beber de la caja de vino. “Estoy ocupado.”

“¿Le dijiste a Seth mi nombre? Me llamaste por el anteriormente.” Carter, a pesar de ser un ángel, parecía tener un genuino afecto por nosotros las almas condenadas. Y como un chico de escuela primaria, con frecuencia pensaba que la mejor manera de demostrarlo era molestándonos. Llamarme Letha -cuando sabía que lo odiaba- y otros sobrenombres era una de sus tácticas.

Carter sacudió la cabeza. “Siento decepcionarte, Hija de Lilith, pero nunca se lo dije. Sabes como soy: un modelo de discreción.” hubo un sonido de sorbido mientras se acercaba al final de la caja de vino.

“¿Entonces como se enteró Seth?” demandé. “¿Cómo sabía el nombre? Alguien debió haberlhe dicho.”

Jerome suspiró profundamente. “Georgie, esta conversación es incluso más ridícula que la de tu trabajo. Ya tuviste tu respuesta: a ti o a alguien se le escapó y no lo recuerda. ¿Por qué todo tiene que ser tan dramático contigo? ¿Estás buscando algo para ser infeliz?”

Tenía un buen punto. Y honestamente, no sabía por qué esto me había molestado por tanto tiempo. Todos estaban en lo cierto. No había ningún misterio aquí, nada que abriera la tierra. Seth había escuchado mi nombre por casualidad en algún lado, fin de la historia. No había razón para que sobreactuara ó asumiera lo peor -solo una pequeña, persistente voz en mi cabeza se oponía a olvidarse de aquella noche.

“Es extraño.” dije.

Jerome rodó los ojos. “Si quieres algo de qué preocuparte, entonces te daré algo.”

Todos los pensamientos sobre Seth y nombres volaron de mi cabeza. Todos en la mesa (excepto Carter, quien seguía sorbiendo) se congelaron y miraron a Jerome. Cuando mi jefe decía que tenía algo de lo que te tenías que preocupar, había una gran posibilidad de que significara algo ardiente y aterrador. Hugh también parecía sorprendido por su proclamación, lo cual era una mala señal. Él usualmente sabía acerca de mandatos infernales antes que Jerome.

“¿Qué sucede?” pregunté.

“Estuve bebiendo con Nanette la otra noche,” gruñó. Nanette era la archidemonio de Portland. “Es suficientemente malo que no me deja olvidar el secuestro. También hablaba basura sobre que su gente era más competente que la mía.”

Miré a mis amigos brevemente. No éramos exactamente modelos de empleados del Infierno, así que había una buena posibilidad que tuviera razón. No que fuéramos a decírselo a Jerome.

“Así que,” continuó, “cuando lo negué, demandó que nos levantáramos y probáramos que tan superiores municiones del infierno éramos”

“¿Cómo?” preguntó Hugh, luciendo algo interesado. “¿Con una competencia de almas?”

“No seas ridículo,” dijo Jerome. “¿Entonces con qué?” pregunté.


Jerome nos dedicó una sonrisa con los labios bien tirantes.
–Jugando a los bolos.

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