Historia de Amor De Cupido y Psique
Es
lo cierto que, según narra Apuyelo – escritor latino de la antigüedad
que se interesó e incluso participó, en los rituales de los misterios de
Eleusis – en su obra el Asno de Oro, Cupido se enamoro de una joven
princesa llamada Psique. La muchacha era tan hermosa que hasta la propia
Afrodita sentía celos y envidia de su belleza.
Los
padres de Psique estaban preocupados porque, aunque la joven tenía
muchos pretendientes, ninguno le pedía su mano. La extraordinaria
belleza de Psique impedía a cuantos de enamoraban de ella hablarle de
contraer matrimonio, pues todos temían ser rechazados.}}pasado el tiempo
ninguna nueva sucedía, así que los padres de Psique consultaron a
Oráculo con la intención de que les aconsejara y les instruyera acerca
de cómo casar a su hermosa hija.
La
sibila del Oráculo les aconsejo que vistieran a Psique con ultraje de
fiesta, y colgaran de su cuello collares de rojo coral y adornaran sy
brazo y muñecas con pulseras de oro, y después la llevaran hasta la
cumbre de la montaña y. una vez allí, la abandonara.
Con
gran dolor los padres de Psique cumplieron con las instrucciones del
Oráculo, bañaron, perfumaron y untaron con aceites olorosos y suaves en
el cuerpo de la joven, la vistieron con sus mejores galas, le colocaron
un velo de novia y tras conducirla hasta la cumbre de una lejana
montaña, la dejaron sola y a la intemperie.
Un idílico palacio
El
viento bonancible que provenía del Oeste ere siempre bien recibido por
los antiguos pues, en su buena abundancia, siempre arrastraba tras sí
buenos augurios, y mejores nuevas, que iba depositando en todos los
lugares que atravesaban. Se le conocía con el nombre de Céfiro y estaba
considerado, además como uno de los más fieles mensajeros de los dioses.
Según
el relato del mito, psique se hallaba sola, llena de temor y tembalndo
(pues el Oráculo también había predicho que un monstruo vendría a
buscarla) en la neblinosa cumbre de aquella desconocida montaña a la que
la había traído sus progenitores, cuando llegó el viento Céfiro (que
cumplía una orden de Eros, deseos del amor) y, con suavidad, la envolvió
entre su bruma para trasportarla hacia otro lado mucho más hermoso y
luminoso; la muchacha tuvo miedo a los desconocido, u no pudo resistir
la impresión y se desmayo. Mas pasado un tiempo Psique despertó y no
acertaba a salir de su asombro, pues se hallaba en una gran sala de
paredes relucientes, adornadas con espejos de marfil y fino y pulido
mármol. Acostada sobre el lecho de plumas, Psique aparecía con el
semblante apacible y sereno; su cuerpo era todavía más hermosos que en
todos los instantes anteriores de su vida.
La
tranquilidad de aquel maravilloso lugar sólo era interrumpida por
misteriosas voces que avisaban a Psique de que era interrumpida por
misteriosas voces que avisaban a Psique de que eran sus sirvientes y se
ponían a su disposición. Cuando la muchacha quiso saber dónde se
hallaba, el respondieron que en el más hermoso de los palacios del mas
grande de los amantes que hasta entonces hubiera conocido. Observó,
también, una vez hubo salido de sus asombro, que ninguna de las puertas
tenía cerradura, y que todas se abrían a su paso; por tanto, considero
Psique que no se hallaba prisionera, lo cual la reconfortó de forma
considerable.
Nido de amor
Muy
poco duraba el día en aquel suntuoso palacio y, cuando llegó a la
noche, y ya la hermosa joven se había recogido a sus aposentos, sintió
junto a ella la presencia sutil de caricias y la colmó de ternura: era
Eros, el dios del amor.
Ante
las preguntas de Psique sobre su personalidad, Eros rogó a la hermosa
muchacha que se conformara con gozar de su presencia y con estar a su
lado, pero que no tratara de develar el misterio de su vida. No obstante
la recomendación mas encarecida de Cupido a su amante, Psique fue la de
que no tratara de ver nunca su rostro pues de lo contrario, se rompería
todo lazo entre ambos y una gran desdicha los alcanzaría.
Eros
siempre abandona aquel nido de amor cuando llegaba el alba y, aunque a
Psique hubiera gustado tenerle a su lado durante todo el día, sin
embargo, respetaba las razones de su misterioso consorte y no le pasaba
ni por la imaginación desatender las recomendaciones de aquél
Había
transcurrido tiempo desde que la joven Psique saliera de la casa de sus
padres que, un bien día, le entraron ganas de visitarlos. En cuanto
tuvo ocasión, se lo consulto a Eros, pero el dios del amor desaprobó la
pretensión de su compañera. Más dado que los argumentos de Eros no
convencían a la hermosa muchacha o, mejor dicho, Psique no escuchaba de
labios de Cupido razón alguna que la persuadiera de su deseo, volvió a
insistir sobre la conveniencia de viajar hasta la casa de sus
progenitores. Cedió por fin Cupido, y su joven y bella amante fue a
visitar a su familia.
El encuentro
No
bien hubo llegado Psique a la casa de sus padres, cuando su familia
estaba esperando a la hermosa muchacha para agasajarla y oír
directamente de sus labios todo lo que hasta entonces habían considerado
rumores infundados.
Sus
progenitores repararon en que el aspecto de la joven era aún más
radiante que antaño. Cuando les cupo la obligación cruel, deriva de la
consulta al Oráculo, de abandonarla en un lejano e inaccesible monte.
Sus
padres y sus hermanas se alegraron de ver tan sana y tan llena de vida a
la bella Psique , y se maravillaron de todo cuanto le había acontecido;
escuchaban con gran atención los diversos relatos que la joven iba
hilvanando de forma espontánea y sus hermanas (acaso por la envidia que
iba naciendo en ellas al oír de labios del Psique los detalles de cuanto
acontecía! Incitaron a la muchacha a que viera el rostro de su esposo, y
le argumentaban que seguramente no se dejaba ver porque tenía una cara
monstruosa y horrorosa, tal como ya había adelantado el oráculo en su
mensaje.
Dolida
e instigada por los torcidos juicios de sus hermanas, Psique aceptó la
lámpara que ellas le dieron y prometió encenderla en el momento oportuno
para, así develar de una vez por todas, aquella especie de secreto que
su querido amante guardaba ten celosamente. Además, ya Psique estaba
harta de pasar el día a solas, son la dulce compañía de su esposo, y
pensaba que, si veía su cara, lo obligaría a permanecer todo el día en
el suntuoso palacio que les servía de morada. El amor que Psique sentía
por Eros avivaba en ella el deseo de verde a la luz del día, de fijar
sus ojos en su figura, la cual se le antojaba a Psique muy hermosa.
Inesperada visión
Llego
el día de su partida y la hermosa muchacha se despidió de los suyos
entre bromas, y vera y les aseguró que siempre los llevaría en su
recuerdo. No sin cierta zozobra, emprendió el largo camino hasta el
palacio de su misterioso esposo. Aún era de día cuando llegó, por lo que
sólo los sirvientes salieron al encuentro de Psique. La joven se
encerró en su aposento a la espera de la llegada de la noche, que le
traería el más valioso d los regalos, es decir, la presencia de su
querido esposo Eros, al que ya la joven psique echaba mucho de menos.
Efectivamente,
con inusual precisión, en cuanto al Sol llegó a su ocaso y la sombras
de la noche se extendieron por doquier, la hermosa muchacha sintió a su
lado la presencia calida de su querido esposo que, pleno de ternura, le
mostraba una vez más las mueles del amor. Pasaron los primeros momentos
de fogosidad y la calma vino a adueñarse de ambos amantes; más mientras
unos dormía felizmente satisfecho, el otro fingía descansar.
Pasó
un tiempo prudente y Psique, decidida a llegar hasta el final con su
plan, encendió la lámpara que sus hermanas le había reglado, dirigió la
mortecina luz hacia el lado en el que dormía su confiado esposo y, al
momento vio junto a sí una especie de aparición; el bien formado cuerpo y
el hermoso rostro de uno de los más jóvenes y bellos efebos que
imaginarse pueda. Nerviosa y aturdida, ante la inesperada visión. Psique
no pudo evitar que de la lámpara cayera un gota de aceite hirviendo que
fue a estrellarse en la misma cara de Eros. El dios del amor despertó
al punto y desapareció como por ensalmo.
El monstruo del Amor
Desde
el mismo instante en que Psique vio la cara de Eros ya no volvió a
tener ocasión alguna de momentos de dicha ni de felicidad. Ya no vivió
en el antiguo palacio, ni le sirvieron doncellas y, lo que resultó aun
peor, perdió a su amor que no era otro que el Amor con mayúscula, es
decir, un monstruo, como el propio oráculo había predicho, pues
abandonada a vivir solitarios quienes previamente había endeñado la
dulzura de vivir en compañía.
El
mito narra que, después de los desafortunados suceso reseñados, la
joven Psique se vio sola y vagando por el mundo sin que nadie la ayudara
en su infortunio. La propia Afrodita diosa del Amor que siempre había
sentido celos por la hermosas muchacha, aprovecho esta ocasión que le
brindaba el destino y obligó a Psique a realizar tareas y trabajos
desagradables, duros y difíciles para que su hermosura de ajara y se
agotara
De
este modo, la hermosa Psique se vio sometida a vejaciones tales como
perseguir carneros salvajes para esquilarlos y cardar e hilar su lana;
hacer montones con semillas de diferentes plantas para, a continuación,
separarlas por clase y especias; llenar de agua pesados cántaros y
voluminosas ánforas en fuentes guardadas por gigantescos monstruos que
espantaba con sus bocanadas de fuego a toda criatura que osara
acercarse….
El oscuro reino del Tártaro
Con
todo, la más desagradable tarea que Afrodita impuso a Psique consistió
en obligar a la muchacha a bajar al Tártaro a los dominios abismales de
Hades, para recoger de manos de Pérsefone (esposa a la fuerza del dios
del mundo subterráneos, el frasco de la Juventud que, en ningún caso, debería abrir su portadora, ni tampoco aspirar sus esencias.
Cuando
ya estaba en el camino de vuelta, y apenas acababa de traspasar las
puertas de Tártaro, la muchacha no pudo resistir la tentación y abrió el
frasco de las esencias; al instante se espacio por el aire un extraño
perfume que tenía la propiedad de adormecer a toda criatura viviente. La
propia Psique sufrió aquellos nefastos efectos y, en unos momentos,
quedó sumida en un profundo sueño del que nunca despertaría por sí
misma. Fue entonces cuando Eros, quien todavía seguía enamorado de ella,
acudió en su ayuda y al verla dormida, la pinchó con una de sus flechas
para despertarla, después voló al Olimpo a fin de rogar al poderoso
Zeus que le permitiera hacerla su esposa.
Aunque
Psique pertenecía a la raza de los mortales, el rey del Olimpo concedió
a Eros los favores que pretendía, y el dios del amor se casó con la
hermosa Psique que, desde entonces, gozó de los encantos de la presencia
de Cupido y alcanzó la inmortalidad. Asimismo, y por mediación del
propio Zeus, la bella diosa Afrodita se reconcilio con Psique.
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